El puerto y sus alrededores son un escenario dolorosamente idóneo para generar historias. Lo sabe Melchor, que ya había dedicado un libro de crónicas —Aquí no es Miami (2013)— a explorar el terror que germinó en su tierra por el crimen organizado, y lo saben las miles de víctimas de violencia que se han acumulado con los años.
En Temporada de huracanes, un feminicidio es el vértice donde se encuentran ocho formas de padecer las consecuencias de ese estremecimiento. Melchor no deja espacio para la autocomplacencia a ninguno de sus personajes. Los expone con sus tormentos y particularidades en una prosa indomable. Parece que no escribe sobre las páginas, sino sobre una cinta ininterrumpida donde los testimonios van quedando registrados con su propio e intransferible lenguaje. El tejido resultante sacude de tal manera que uno se siente culpable de gozar la narración de tantas atrocidades.
Esa técnica de realizador documental es tan efectiva que, en su afán recolector de experiencias, la autora logra borrarse del relato. Inmejorable decisión: una novela de este calibre sólo puede escribirse adoptando el papel de amanuense.
¿Se puede narrar desde violencia y, al mismo tiempo, tocar el alma de los personajes? Por supuesto, pero para hacerlo hay que tener el talante de Fernanda Melchor.
